miércoles, 22 de mayo de 2013

Anna Karenina- León Tolstoi (1877)


"Aunque jugador y libertino, no se podía decir que fuese un hombre sin principios, pero estos eran marcadamente inmorales"

Liev Nikoláievich Tolstói fue hijo de un noble terrateniente y una princesa rusa (aunque el 90% de la nobleza rusa poseía el título de príncipe) es considerado uno de los mejores escritores del realismo mundial y, sin duda, el mejor del realismo ruso. Pese a parecerse sospechosamente a Gandalf (imagen aquí) encontró su pasión en la literatura realista tras abandonar la vida en el ejército al que se acercó a causa de su hermano y del que salió con las confusas convicciones de alguien que ha vivido la guerra. Abrumado por su visión del heroísmo, la muerte, la frivolidad y la inutilidad de todo aquello, comienza a escribir siguiendo la corriente realista de la época y, a mi entender, tratando de poner en orden a través de sus personajes todo aquello a lo que no conseguía dar forma en su cabeza. Sus obras más conocidas son sin duda Guerra y Paz, libraco donde los haya, y Anna Karenina, de la que hablamos hoy en LaPlumaRota.

Anna Karenina es la historia de una nobleza atrapada en un punto de no-retorno. Mientras en Europa las revoluciones ideológicas y culturales estaban a la orden del día, en Rusia seguía habiendo una nobleza elitista, dueña de las tierras de cultivo y plagada de títulos (barones, condes, príncipes…) que impedía la inclusión de la aún incipiente burguesía en sus círculos excepto si llegaban a casarse con alguien perteneciente a la nobleza. La élite rusa se ahogaba con sus matrimonios de conveniencia, su despreocupación por los negocios, los balets y las nanis francesas y, sobretodo, una estrechez de miras y un inmovilismo que les hacía ser indiferentes a los ecos de revolución que les gritaban desde Europa.

Tolstoi, hijo de príncipes, conocía de cerca esta sociedad y la refleja con la objetividad propia del realismo, utilizando a sus personajes para que representen todo lo que era para él la nobleza rusa. Anna Karenina está casada con un hombre de estado del gobierno de Rusia, un hombre cuya posición y la importancia del “qué dirán” le hacen aceptar que su mujer le engañe con un militar de éxito, siempre que esto no afecte a su imagen en el gobierno. Ella, sin embargo, no solo no comprende que a su marido no le importe su infidelidad sino que además le odia por esta indiferencia y comienza a encontrarse con el Conde Vronski de una forma cada vez más escandalosa aunque, a la vez, sufre al considerarse malvada e indigna por no amar a su marido.

Al mismo tiempo, aparecen otros personajes siempre relacionados con los principales: un conde dueño de tierras madereras que trata de conseguir que sus campesinos tengan una mejor vida y participen de las decisiones en la hacienda, pero critica firmemente las ideas comunistas y defiende las fórmulas de repartición de la riqueza. Además la mujer a la que pretendía ha rechazado su mano y, en ocasiones, sus laaargos pensamientos sobre la explotación agrícola en Rusia se intercalan con laaargas disgresiones sobre religión y amor no correspondido. Un príncipe hasta el cuello de deudas y un par de princesas chismosas completan el cuadro.

Pese a lo que pueda parecer, esta no es una novela basada en el amor, aunque este sea el canal que utiliza para presentar un hilo conductor: la importancia del libro está en sus descripciones. Sé que decir esto es redundante al mismo estilo realista pero en el caso de Tolstoi la historia avanza tan lentamente a lo largo de las páginas que transmite la sensación de un absoluto desprecio por el destino de los personajes que son meros instrumentos para representar a la sociedad rusa pero, a la vez, exquisitamente construidos y complejos. El machismo, la importancia de la imagen, el elitismo, las falsas creencias y la ociosidad burguesa son los verdaderos protagonistas de esta novela y se abordan con la sencillez de alguien que los ha mamado desde la cuna: -Esto es así y punto- parece que dice la novela.

Sin duda, este realismo puro, puntilloso y serio, pese al carácter de folletín semanal con el que comenzó a publicarse el libro (por cierto, el editor del periódico al que acompañaban los fascículos del libro se negó a publicar los dos últimos capítulos porque no le gustaba el final, era demasiado dramático y transgresor), ha sido el que le ha dado a Tolstoi la fama mundial que tiene hoy en día y la adoración de sus compatriotas rusos (el pueblo en el que murió lleva su nombre).

Por no alargarme, el libro está muy bien escrito, con un uso increíble de la retórica y ciertas explicaciones filosóficas prácticamente incomprensibles (pero, oye, muy bien escritas) y una descripción de las situaciones y los diálogos tan exhaustiva que en ocasiones te dan ganas de tirar el libro por la ventana por lo insulso de las conversaciones entre las princesas de turno ("Pepa, has oído que el Conde Tal se casa con la Condesa Cual? – No, en serio? –Esa mujer es... blablablabla") que no aportan nada al desarrollo de la historia.

Sin embargo, si consigues tragar con los capítulos más densos hay otros que merecen especialmente la pena y que se disfruta leyéndolos, interpretándolos y pensando en el estilo tan enrevesado y característico del autor. Si al final consigues terminar el libro, el clima general será de sorpresa y agrado, cierto vacío y muchas reflexiones pendientes como, por ejemplo el papel de la mujer en ciertas sociedades. ¡Ah! Y sabrás mucho sobre la cultura rusa.

En general desconozco si es una de las obras cumbres de la literatura universal, aunque nunca he estado muy de acuerdo con lo que la gente llama “Obra Cumbre de la Literatura Universal” (así, con mayúsculas) como si fuera un título. Lo que sí os animo es a leer Anna Karenina si os gustan los dramones y no tenéis reparos en leer 1000 páginas de historias cruzadas y descripciones filosóficas, porque os garantizo que aunque el camino se os va a hacer arduo y largo, al final, merece la pena: te encariñas de los personajes, el estilo se va haciendo más descifrable según avanzas y empiezas a disfrutar de la obra.

Sobre la película, está en mi lista de pendientes y aunque no haré una nueva entrada para tratar su relación con el libro, estad pendientes al Twitter que seguro que algo comento.


"- Yo no puedo vivir -se decía- sin saber lo que soy y con qué objeto existo; puesto que no puedo adquirir ese conocimiento, la vida para mí es imposible. En la infinidad del tiempo, de la materia y del espacio, se forma una célula orgánica que se sostiene un momento y se rompe después... ¡Esa célula soy yo!

Tan doloroso sofisma era el único, el supremo resultado del trabajo del pensamiento humano durante muchos siglos."


Desde el Norte con amor y con absurdidad,

Verónica Lilium

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LO MEJOR: Los personajes, su humanidad y su mundanidad, únicos y encerrados en un mundo que les tortura.

LO PEOR: Ciertos capítulos pesados y un estilo en ocasiones difícil de leer.

NOTA: 8/10 Puntúan el estilo, los personajes y el final; restan la extensión y el realismo tan puro.

3 comentarios:

  1. Muy buena crítica. Y yo también animo a leerlo. Duro y largo pero es una joya de la literatura que merece ser disfrutada. No tengo nada más que añadir, ya que el análisis es muy exhaustivo.

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  2. Buena y completa reseña pero, paradójicamente,a pesar de ser positiva no me ha dado ganas de leer el libro. La temática, la trama y la cuidada ambientación sé que me gustarán, pero la fama de tostón de este señor me echa para atrás. Encima, si afirmas que algunas de las conversaciones son insulsas y que muchas disgresiones son incomprensibles y sobrantes, no me da mucha apetencia. Que sea un libraco me parece perfecto, que sea un libraco en el que sobran cosas me matará probablemente. Me lo acabaré leyendo, lo sé, porque me cae bien el autor y por lo que ya dije antes, pero puede que me acerque más tarde a él tras leer esto.

    En cualquier caso la reseña me ha servido de algo.

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    1. Bueno, me alegro de que haya servido de algo aunque sea para aplazar el leer el libro! jajaja

      De todas formas me reafirmo en que es un libro que hay que leer y que aporta mucho. La insustancialidad es propia de muchos autores realistas que obsesionados con representar una realidad se olvidan de mantener el pulso narrativo.
      No es mi movimiento literario favorito y una de las razones es esa.

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