“–Tenía que hacerse –le dijo Rumfoord a Billy
refiriéndose a la destrucción de Dresde.
–Lo
sé –dijo Billy.
–Es
la guerra.
–Lo
sé. No me quejo.
–Aquello
debió de ser el infierno en la tierra.
–Lo
fue.
–Compadezco
a los hombres que tuvieron que hacerlo.
–Yo
también.”.
Llevaba tiempo, demasiado tiempo,
postergando la lectura de esta novela que un buen amigo me recomendó (junto con
el Trampa 22 de Heller, que aún sigo
buscando). Sin embargo, un día me topé con ella en la biblioteca y me dije “bueno,
démosle la oportunidad”.
La lectura, claro, era obligada.
Vonnegut se convirtió en todo un icono de la literatura norteamericana cuando publicó,
a finales de los años 60, una novela a caballo entre la ciencia ficción y la
comedia negra, basada en el histórico bombardeo de Dresde que presenció siendo
prisionero en la Segunda Guerra Mundial. ¿La clave del éxito? Una originalidad
que aún hoy dudo que alguien haya intentado imitar con acierto, y un trasfondo
duro y esperanzador en una novela tan cruda como la misma guerra.
Aunque el narrador es el propio
autor, en primera persona, sus apariciones se limitan al prefacio y a algunas
escenas, según se acerca el final de la novela, en las que aparece él mismo en las
mismas situaciones que el verdadero protagonista de los hechos. Este es Billy,
un superviviente del bombardeo de Dresde que años más tarde es raptado por
viajeros del planeta Trafalmadore, unos seres que ven la cuarta dimensión,
temporal, como los humanos ven el espacio, y que por tanto son virtualmente
inmortales, al estar siempre al mismo tiempo vivos y muertos y poder repasar
cada instante de su vida cuando deseen.
Suena complicado, pero la
premisa, en el fondo, es bien sencilla, y aquello con lo que juega Vonnegut
para desarrollar la trama. Billy se nos presenta como un personaje que viaja en
el tiempo de forma constante, saltando de un episodio a otro de su vida, lo que
crea una novela con una línea temporal llena de altibajos: tan pronto nos narra
Billy su vida en 1967 como salta a los compases previos al bombardeo de 1945, o
nos sitúa en sus quehaceres cotidianos de mediados de la década de los 50. Esos
saltos son constantes; tanto es así que puede haber un cambio temporal cada dos
párrafos, algo que dota de una enorme riqueza a la novela, pero que al tiempo
la hace un tanto complicada de seguir.
Por otra parte, resultan muy
interesantes los juegos internos y los giros de que hace gala Vonnegut, como
guiños al lector; no solo con su aparición en determinados puntos, sino también
con ese prólogo que pretende hacerla pasar por una historia real, o con hechos
como hacer que uno de los personajes secundarios sea un escritor que escribió
una novela que, como por casualidad, describe la vida de Billy y su rapto por
los trafalmadorianos.
El estilo narrativo es ágil,
ácido y muy directo, como era tan popular en las vertientes literarias
norteamericanas de la época, y acercándose en ocasiones al realismo sucio o de
la generación pulp. Lo que más destaca, sin embargo, es una gran crudeza
visual, un humor un tanto negro, y el uso reiterado de muletillas y giros (como
el hecho de que cada vez que se menta a la muerte escriba “así es”, ya sea una
persona, un animal o una cosa lo que muere).
En cuanto al trasfondo, más allá
de los pasajes de ciencia ficción más puros, en Trafalmadore, que pueden ser un
tanto desalentadores (y que podrían estar más desarrollados, por otra parte),
existe un cierto sentimiento de optimismo y de valor de la vida, centrado en
esa suerte de “eternidad” que puede alcanzarse, y que se impone a la constante
presencia de gente que, en la novela, muere. Así es.
El final sigue esta tónica alegre
y relajada, culminando en el punto central de la narración... o inicial
incluso: el final de la guerra, poco después del bombardeo. Es otro de los
grandes aciertos de Vonnegut, al unir el comienzo y el final tras unas páginas
centrales en las que los saltos temporales no han parado ni un instante.
¿Recomendado? Sin duda. Es una
novela de lectura obligatoria antes de morir. Así es.
Allez-y, mes ami!
Buenos díass, y buena suerte.
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LO
MEJOR: el estilo crudo y directo, la forma de combinar un cierto realismo y la
ciencia ficción, y los guiños de Vonnegut al lenguaje, junto con ese
omnipresente “así es”.
LO
PEOR: personalmente, me habría agradado una mayor presencia de las escenas de
Trafalmadore, y la lectura se me hizo un tanto ardua al principio (aunque se
coge ritmo en seguida).
VALORACIÓN:
8,5/10. Fresco, profundo, tragicómico y muy bien llevado... Sin duda, una de
las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos.
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P.D: es una obra inmensa de la que no sé por qué me ha quedado una crítica tan breve... Pero mejor, así puede haber más de qué hablar en los comentarios.
Me lo anoto en la lista de libros prioritarios.
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