“Voy a ir a casa. Todo volverá a ser normal. Y
aburrido. Y maravilloso.”
Hace poco hablábamos por encima
de Neil Gaiman cuando reseñé aquel Buenos presagios que firmaba junto con Terry Pratchett. No me entretuve mucho en su
figura, y tampoco lo haré ahora; baste decir que es un conocido autor británico
capaz como nadie de saltar de una prosa sarcástica e inteligente (al estilo de
su amigo Terry) a otra prosa igual de sarcástica e igual de inteligente para un
público más joven (al estilo de su no-amigo-porque-está-muerto Lewis Carroll).
Conocido por la chaqueta de cuero
siempre en ristre, la melena enmarañada y el look gótico, es el autor que se
esconde detrás de la magistral The
Sandman (que por lo que he leído por ahí es para muchos uno de los mejores
cómics de la historia), y de varias obras que luego llegarían a la televisión,
como Stardust o Coraline. Es innovador, se le da de fábula desarrollar historias y
colaborar con otros autores y es británico. No se le puede pedir más a un
escritor.
Neverwhere
fue la primera novela que publicó en solitario, y la segunda tras la ya
criticada aquí recientemente. La trama, como otras de Gaiman, es una mezcla de
fantasía y realidad, una forma de mirar la otra cara de algo tan cotidiano (y
palpablemente real) como es la ciudad de Londres. Para eso se vale de Richard
Mayhew, un hombre cualquiera que después de salvar la vida a una extraña joven
llamada Puerta se ve envuelto en una aventura que le arrastra a un lugar
conocido como “Londres de Abajo”.
En esa ciudad en el subsuelo de
la metrópolis inglesa Richard vaga sin rumbo desfilando frente a ermitaños,
nobles y farsantes, indigentes, cloaqueros, ratanoparlantes, monjes, ángeles,
asesinos, cazadores, mercaderes y, en general, una fauna un tanto curiosa de la
que resulta bastante difícil fiarse. Y ratas. Muchas ratas.
Esa variedad de personajes
extravagantes es, sin duda, el gran acierto de la novela, y donde más destaca
en cuanto a originalidad. Son personajes que sirve de contrapunto perfecto a
Richard que es, por otra parte, el tópico eterno de persona normal atrapada en
una aventura que a priori le supera. Es el Arthur Dent de La guía del autoestopista galáctico, el Evan de Doneval, el Bilbo Bolsón de El Hobbit… E infinidad de obras más.
Gaiman, como ya he mencionado, es
un maestro a la hora de desarrollar la trama. Sí, es cierto que hay hechos que
no me gustan nada por lo predecibles que son, pero en general mantiene muy bien
la intriga, desarrollando la novela en varias fases en las que podemos
encontrar, de hecho, más de un clímax acercándose el final.
No solo eso, sino que Gaiman es
también un magnífico constructor de ambientes. Esa mezcla entre realidad e
irrealidad con la que tanto juega (como le gusta hacer a, por ejemplo, Murakami),
ocupa el mayor protagonismo de toda la obra, mientras Richard se pregunta si
todo lo que se encuentra es un sueño, y desea olvidar las aventuras para volver
a ese mundo anodino y aburrido en que el gris apagado es la realidad, alejada
del colorido del subsuelo.
Por otra parte, como escritor no
es más sobresaliente del mundo… Tiene un estilo sencillo y directo, sin rodeos,
que le permite una narración muy clara y sobria en la que apenas hay lugar para
artificios. Eso le confiere a todo un cierto tono… ingenuo, como de fábula, que
no hace sino contribuir a la magia de la novela.
Quizás como pega haya que
recriminarle a Gaiman el conocimiento de la ciudad de Londres que ha de tener
el lector para apreciar en su verdadera dimensión la novela. Las notas de la
traducción hablando de las estaciones de metro que se mentan son útiles, sí,
pero no es lo mismo leer que no existe ninguna estación en el British Museum
que saberlo antes de que una nota al pie te lo diga. Pero si bien puede ser una
pega para quienes no conozcan la urbe, permite sin duda una gran complicidad
con los lectores que sí han caminado por ella.
El resultado final es una obra
amena y sin grandes pretensiones, que se devora de un bocado. Cuando la
terminé, inmediatamente sentí un cierto “vacío” interior. Algo que me pedía,
urgentemente, que consiguiera algo más de este autor y que me impedía leer
cualquier otra cosa. Y eso suele ser una buena señal… Me pasó con Negrete, me
pasó con Murakami, me pasó con Simak, me pasó con Adams y me ha vuelto a pasar
ahora. No es la mejor novela del mundo, pero engancha, y de qué forma.
Merece la pena echarle un ojo.
Allez-y, mes ami!
Buenas tardes, y buena suerte.
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LO
MEJOR: personajes como el Sr. Croup y el Sr. Vandemar, y esa mezcla ingenua de
realidad e irrealidad que hay en las novelas.
LO
PEOR: lo tópico del protagonista (aunque visto lo visto es un personaje que en
la literatura británica funciona muy bien) y de algunas escenas.
VALORACIÓN:
8/10. No es perfecta, pero tiene algo especial. Y ha sido buena forma de
empezar con Gaiman, ya estoy devorando su Interworld,
que publicó con Michael Reaves.
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ResponderEliminarEspero que os guste ^^