Una semana sin verle se me antojaba una eternidad. Pero cuando intentaba imaginar una vida completa junto a él no veía nada: una imagen en blanco, la pared de un cuarto deshabitado, amnesia, lobotomía, mi cuerpo partido, hecho pedazos.
Bolaño está considerado uno de los genios de la literatura
hispana contemporánea aunque yo, que es la primera vez que leo algo suyo, aún
no he descubierto el porqué. Me recomendaron que empezase leyendo Los detectives salvajes, una de las
novelas más conocidas de este escritor y poeta chileno; pero yo, desoyendo a la
voz de la razón, me dejé cautivar por esa “novelita” de escasas cien páginas y
resulta que van a ser cien páginas muy difíciles de analizar.
El autor nació en Chile en 1953 y vivió después en México,
donde ya escribía poesía y donde llegó a publicar un Manifiesto (sí, un
manifiesto) del movimiento Infrarrealista que lideraba con la intención de
introducir las vanguardias europeas en Centroamérica. Este movimiento poético,
secundado por otros autores mexicanos se consideraba una fragmentación del surrealismo,
sin una línea formal común, solo como una actitud común ante la vida, la poesía
y la creación. Viajó después a España donde publicó muchas de sus obras y murió
en 2003 en Barcelona, un año después de publicar esta pequeña novela. Gran
parte de su éxito lo alcanzó de forma póstuma (como con su obra 2666), lo que no por común deja de ser
triste.
Una novelita lumpen,
es casi una historieta, un cuento Lumpen. ¿Y qué es lumpen?
Es la forma
abreviada de lumpenproletariado, que viene del Alemán Lumpenproletariat y se refiere a la capa social más baja de todas,
pues en esta lengua Lumpen a secas significa andrajos, harapos, canallas y
chusma. De todas estas cosas bonitas es de lo que va esta novelita.
Bolaño nos cuenta la historia de dos hermanos sin nombre que
deben empezar a vivir solos cuando sus padres mueren en un accidente de
tráfico. Ambos continúan en instituto pero pronto lo dejan, el hermano mayor
empieza a trabajar en un gimnasio y la hermana en una peluquería. La chica
narra en primera persona cómo desde que perdió a sus padres no existe la noche,
puede ver en la oscuridad, hay una claridad que inunda su vida y no le deja ni
un minuto de descanso a su espíritu. Empieza diciendo que fue una delincuente y
que el ser huérfanos lo justificaba todo. La historia avanza sin que sus
personajes puedan más que seguir y ver la tele, día y noche. Hasta que un día
aparecen dos hombres (un turco y un libio) también sin nombre que se ponen a
ver la tele con ellos.
No puedo desvelaros más y quizá por eso no puedo explicaros
todo lo que quiero explicar. Esta es una novela simbólica. Sus personajes no
tienen nombre (salvo uno) porque no son importantes, lo importante es la parte
de la sociedad que representan y sus sentimientos: la desidia, la pasividad, el
ver la vida y no hacer nada porque no tienes fuerzas para moverte. Esta es la historia
de un grupo de personas que, a falta de algo mejor, se consuelan en su día a
día sin sentido con pequeños pensamientos que aliñan su infelicidad; personas
incapaces de ver que existe el futuro o que sus actos son actos. Viven como
quien respira.
Es una novela de no tener miedo porque no se es consciente de
lo que sucede alrededor.
Sus personajes nos transmiten todo esto con la tranquilidad
y la sencillez de una realidad inamovible y el final, que trata de sacarnos de
ese inmovilismo que domina la novela, no lo consigue del todo. Es un final tan
abierto que no parece un final y temes por el futuro de los protagonistas
aunque ellos ni piensen en ello y aunque Bolaño, quizá en un gesto altruista,
haya decidido no darles nombre para que no te encariñes con ellos.
En cien páginas todas las conversaciones y pensamientos, por
sencillos o insulsos que parezcan, son un símbolo. Algunos descifrables y otros
no, algunos aún sigo pensando en su significado, en el papel de algunos
personajes o en el porqué de determinadas situaciones.
Si tuviese que decidir algo malo sería su brevedad y creo
que el diminutivo del título es un aviso muy pensado que te dice te vas a quedar con ganas de más. O
quizá no. Con Bolaño nunca se sabe.
"Un espacio de silencio y oscuridad artificiales donde yo podía llorar y retorcerme de dolor, porque lo que hacía no me gustaba, pero también donde podía correrme todas las veces que quisiera y donde podía caminar sin hacerme ninguna ilusión."
LO MEJOR: Lo que te hace sentir, los personajes que no son héroes
ni villanos ni tan siquiera personas.
LO PEOR: El final que te deja intranquilo (aunque esto puede
ser bueno a la vez) y la brevedad.
NOTA: 8/10 Merecidísimo notable a su simbología y sus
sensaciones.
PD: Hay una película chilena llamada Il Futuro con un actor
neerlandés y una protagonista chilena algo emo, que no he visto pero tengo
pendiente.
Desde el Norte con Amor y con Absurdidad,
V.L.
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