¡Volvemos un miércoles más con un nuevo relato erótico! Esta vez, otra de las Menciones de Honor otorgadas por nuestro jurado.
No digáis que no os damos siempre lo mejor.
Pero antes de dejaros el relato, os pedimos disculpas (con la boca pequeña, eso sí) por la falta de críticas estas últimas semanas y por la tardanza en subir este tercer relato. En nuestro favor decir que somos estudiantes y las semanas antes de las Pascuas siempre son difíciles. Anyway, no volverá a ocurrir.
Pronto tendremos más críticas (tenemos por ahí a Murakami, Mario Crespo, Markus Zusak y alguno más), un Podcast chuloso aunque sin fecha todavía y un par de entrevistas con escritores, en primicia para vosotros.
Bueno, bueno, ya me callo y os dejo con:
"La Maldición de Stavanger" de nuestro rubio aunque no por ello menos bonico Sr. Mufasa.
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1
Luces de neón centelleaban frenéticamente en una orgásmica explosión de colores, al tiempo que la guitarra de Richard engendraba acordes, arpegios y algún que otro armónico imposible que nacían de monstruosos bafles, estremeciendo hasta los cimientos de aquella modesta sala en aquella lejana cuidad… “¿Cómo demonios se llamaba? Saberse el nombre de la cuidad es tarea del cantante…”
- Wow! You are fucking amazing, guys! – gritó Santiago, el cantante, al término de la quinta canción - Stavanger is the greatest city we’ve ever visited!
“¡Stavanger!” Ciertamente, no le faltaba razón. Hacía tiempo que no tocaban frente a un público tan entregado. Y las nórdicas que aquellas tierras poblaban… eran de mención a parte. Aquella mañana Richard se había levantado con unas ganas inusualmente grandes de sexo. Mientras Santi se marcaba el monólogo de siempre, él comenzó a fichar.
Una rubia de pechos significativos y grandes y bonitos ojos verdes bebía cerveza de una enorme jarra en el lado derecho. A pocos metros una hermosa y esbelta morena competía con las luces con su radiante sonrisa, junto a una chica mas bajita, de pelo corto y estilo gótico altamente provocativo. Finalmente Richard detuvo su mirada en una pálida chica de largos cabellos y marcadas curvas que le miraba fijamente con el mismo descaro que el tinte de su pelo pretendía hacerla pasar por pelirroja. Richard le lanzó un guiño, al cual ella respondió con una provocativa sonrisa de complicidad, poco antes de ser ocultada tras sendos heavys gigantes que enloquecían al comienzo de la siguiente canción. “Te lo has ganado, a ti te lanzaré la púa” pensó para sí mismo con aires de grandeza “Presiento que ésta va a ser una gran noche”.
2
- ¿En serio no habéis oído hablar de la maldición de esta ciudad? – Que cansino puedes llegar a ser, Pablo… - murmuraba Santi.
La fría noche noruega se cernía sobre la ciudad de Stavanger, que no acostumbraba a albergar entre sus desérticas y oscuras calles a un séquito de cinco íberos pernoctas de regreso a su posada. La noche no había sido tan fructífera como Richard había intuido, al menos no para él, pues Héctor si que iba acompañado de una rubia que le sacaba una cabeza, de nombre Sigrid y que, considerablemente tocada por el alcohol, pretendía pasar la noche con él.
– Pues no es ninguna coña – Continuó Pablo - ¿Recordáis el caso de Nelson Wood, el bajista de Sons of Darkness? Pues dio un concierto en esta ciudad un par de meses antes de perder la cabeza como la perdió… Y luego está lo que pasó con Mad Symphony y Fischauge. A ambos se les fue el solista, de manera inesperada, ambos alegando “motivos personales”. De Lorenz Berger, el de Fischauge, se sospecha que anda metido en algún tipo de drogas, pues hace tiempo que no se le ve el pelo. Pues a lo que iba ¡Ambos grupos tenían a Stavanger en la lista de ciudades de su última gira! - ¡Yuhu! ¡Stavanger rocks! ¡Like you, who rock too! – Aportó inesperadamente Sigrid al soliloquio.
- ¡Pero eso no deja de ser casualidad tío! – Espérate Héctor, que ahora viene lo mejor. ¿Os suena el caso del batera de una banda finlandesa que murió por la noche tras un concierto? Que lo encontraron en su habitación, a los pies de su cama, y al parecer le había dado un ataque al corazón ¿A que no adivináis en que ciudad era el concierto? - ¿Dónde demonios lees esas historias? – Apostilló Santi con tono de incredulidad, ya entrando al hostal - Hey you! Who is she!? She can’t go through! – grito una voz tras ellos en el pasillo que conducía al ascensor – Bueno chicos… Os dejo el marrón a vosotros, que yo estoy reventado – despidiose Richard, apresurándose a su habitación.
3
No había bebido demasiado, pero si lo suficiente para que Richard creyese notar un leve balanceo de su cama. Girándose, reparó en la estúpida luz intermitente de su móvil que tanto le incordiaba al dormir, y fue al ir a voltearlo cuando notó una leve brisa justo debajo de su oreja derecha. Al volverse a recostar sintió un segundo roce, mas intenso, esta vez desde el cuello a la clavícula, que le erizó el vello de todo el cuerpo y le hizo llevarse las manos al cuello. “¿Qué demonios ha sido eso?” cerró los ojos sin darle mayor importancia.
Entonces notó nuevamente aquella sensación, como una caricia, deslizarse desde el pecho hasta detenerse bajo el ombligo. “¡Vale, esto no me lo he imaginado!” la caricia fantasmal reanudó su marcha saltando de un muslo a otro, evitando su paquete. Instintivamente Richard se llevo las manos a sus muslos y la sensación cesó, pero su pene había empezado a responder a aquella insinuación. “¿Pero que me pasa? Si hoy no he tomado drogas”.
Como queriendo reinventarse, la sensación volvió a centrarse alrededor de su cuello, esta vez mas como un cálido aliento, al tiempo que notaba una ligera presión sobre su cuerpo, que hizo aumentar su temperatura corporal. Rayándose sobremanera, incorporose para alcanzar el interruptor de la luz y encendida ésta, se despojó de las sabanas. Por el momento no sintió nada. ¿Estaba soñando acaso? ¿O tendría esto algo que ver con lo que mencionaba Pablo? “¡Nah! ¡Tonterías! Debo de estar soñando”.
Una húmeda y cálida sensación recorrió entonces su espalda de abajo a arriba. Llevose las manos a la espalda, bajo su pijama, pero ésta estaba totalmente seca, aunque la sensación permanecía allí, disipándose. Las luces seguían encendidas, pero no había nada a su alrededor. La sensación volvió a repetirse, y su pene se excitó del todo. Aquel tacto húmedo continuó por su cuello. Notábase como el tacto de una lengua. Podía percibir todas estas sensaciones, aunque físicamente no parecían dejar huella alguna. “¿Me está intentando violar un fantasma?”
Las caricias y lamidos fueron en aumento, y Richard empezó a acalorarse desmesuradamente, hasta el punto de verse forzado a quitarse el pijama. El ser pareció interpretar aquello como una señal de aprobación, pues una presión envolvió el pene erecto de Richard que no tardó en empezar a deslizarse rítmicamente. Richard se retorció sobre sí mismo, nervioso y excitado a la vez, tratando de zafarse sin éxito de aquella inverosímil profanación de su cuerpo. Las sensaciones estimulaban todo su cuerpo de una manera imposible. Apretones en sus nalgas, succiones en sus labios, caricias en sus pezones, y calor, calor en progresivo aumento.
“Richard…” ¿Acababa de oír su nombre? “Richard” Como un susurro apenas perceptible, proveniente de ninguna parte, sonaba en su cabeza una sensual y dulce voz femenina. “Richard, gime un poco para mí”. Fugaz como un destello pasó por su mente la idea de los súcubos medievales, ¿Estaba poseyéndole un demonio? Una ardiente y húmeda sensación en toda su zona púbica interrumpió sus pensamientos. Se trataba esta vez de una humedad diferente, más suave, envolvente y viscosa.
Rítmicamente y en paulatino aumento de velocidad se producía una enérgica fricción que extasiaba los sentidos de Richard. Sucumbido ya al placer, comenzó a respirar más fuerte y a emitir algún que otro leve suspiro que trató de contener cerrando los labios. Como repuesta el frotamiento se volvía más impetuoso.
Repentinamente, la acuosa sensación abandonó su entrepierna para reaparecer envolviendo sus fríos píes, ascendiendo paulatinamente hasta detenerse sobre el ombligo, momento en el que escuchó inequívocamente un apasionado y grave gemido de mujer. Repitiose este movimiento periódicamente como el anterior, en progresivo aumento, acompasada jadeos femeninos cada vez más nítidos. Finalmente el impetuoso frotamiento volvió a concentrar toda su energía en sobre su pene, pero esta vez a una velocidad disparatadamente inverosímil. Los gemidos se habían convertido en gritos agudos, y se fundían con los que Richard ya no era capaz de contener. Completamente fuera de control, Richard llegó a un orgasmo que jamás había podido imaginar, mientras se agarraba a la almohada y retorcíase espasmódicamente.
Solamente la apoteósica eyaculación final devolvió a Richard a la realidad, al verse manchado por su propio semen. El resto de extrañas sensaciones se fueron desvaneciendo lentamente hasta no quedar ni rastro de ellas. ¿Lo había soñado todo, acaso? Ciertamente no había una explicación más razonable, aunque no recordaba haberse despertado, y la experiencia había sido extraordinariamente real. Súbitamente, Richard se sintió prendido de un incontenible sueño, mas poco antes de caer dormido, creyó percibir un susurro… “buenas noches…”.
4
“Buenas noches” susurró Astrid, jugando con sus mechas teñidas de pelirrojo, a un muñeco del tamaño aproximado de un consolador y sospechosamente parecido a Richard, que sujetaba con su mano izquierda. “Espero que lo hallas pasado tan bien como yo” continuó mientras retiraba la púa que colgaba de su cuello, que pocas horas antes aun pertenecía al auténtico Richard “sé que la primera vez es… extraño. Pero te irás acostumbrado, vida mía”. Colocó el muñeco sobre una estantería, junto a una decena de otros como él, y, mordiéndose el labio inferior, agarró otro muñeco “ven conmigo Berger, siempre fuiste el mas agradecido de todos…”.
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