No
encontré en la realidad a la mujer de mis sueños.
Ya
sabemos que Mario Vargas Llosa es un grande de la literatura. Un
éxito que se ha consolidado en décadas con novelas que han marcado
una de las generaciones más brillantes de nuestra lengua. Finalmente
fue honrado con el Premio Nobel en 2010. El peruano no ha dudado ante
los retos llegando a ser candidato a la presidencia de su país y
todavía es capaz de sorprendernos con decisiones como debutar a sus
79 años como actor.
Ha
sido el principal reclamo para Los Cuentos de la Peste. Ya no
solo tenemos el texto para juzgarle sino su propia presencia en el
escenario. Pero, ¿hay más que eso? Sin duda.
Inspirados
en los cuentos del Decameron de Giovanni Boccaccio, Vargas Llosa crea
una obra llena de escándalo, sexo y miedo a la muerte. Una serie de
personajes se reúnen en una villa mientras pasa la epidemia de peste
que asola Florencia. Los cinco deciden huir de la realidad y
refugiarse en la fantasía, contando, con al arbitraje de Bocaccio
cada uno un cuento distinto.
El
conde Ugolino (Vargas Llosa) es el que cobra más protagonismo. Está
atormentado por un amor que ya murió y que no duda en torturarlo, la
condesa de la Santa Croce, Aminta (Aitana Sánchez-Gijón). Un par de
cómicos (Óscar de la Fuente y Marta Poveda) y el propio Boccaccio
(Pedro Casablanc) completan el reparto.
Estos
cinco actores forman un gran numero de personajes que moldean el
universo de Boccaccio con el sello de Vargas Llosa. Producto de
realidades difíciles, ya sea la crisis económica o la epidemia de
peste, la perversión y lo grotesco protagonizan cada relato, aunque
hay leves momentos para el amor más sincero. Casi todos los cuentos
son cómicos. Las risas son quienes nos apartan de la realidad. Pero
ella siempre vuelve y en esta obra lo hace en la figura de la condesa
de la Santa Croce.
Fantasmal,
intimidante y cruel, casi rozando el sadismo. No duda de torturar ese
personaje atormentado por su recuerdo que es el conde Ugolino. Se
funde a la perfección entre la realidad y la ficción, perteneciendo
a ambas por derecho propio. Cabe destacar que es del tintero de
Vargas Llosa, siendo su gran aportación a la obra, más allá de
pequeñas modificaciones de los cuentos de Boccaccio. El trabajo de
Aitana es excelente y hasta el público la mira con un respeto solo
reservado a una santa o a un demonio.
A
la obra le cuesta arrancar. No fue una buena idea comenzar con diez
minutos oyendo a recitar a Vargas Llosa. Tras el frío comienzo
cuesta volver a entrar en la obra pero cuando ya lo consigues
disfrutas un espectáculo entretenido que va en aumento. El ritmo es
correcto, siendo en ocasiones trepidante. Se mezcla la vulgaridad con
fases más elegantes. Hay una gran contenido sexual incluyendo
desnudos. También lo grotesco está presente, sobre todo en el
cuento del mono.
Evidentemente
Vargas Llosa no es un profesional y lastra un poco la obra con su
actuación. Sin embargo no es un absoluto desastre y consigue tener
al menos presencia y buena voz. Él manifestó días antes en una
entrevista “no me preocupa el ridículo, pero sí me seduce mucho
el riesgo”. Por encima de todas las calificaciones que podamos
hacer sobre la actuación de Vargas Llosa, no podemos obviar la
valentía con la que un Nobel decide embarcarse en una aventura en la
que es un novato.
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¿Debería ver más?: Si te interesa una versión curiosa del Decamerón.
Mejor escena: Los cuentos y el final.
¿Dónde debería leerla?: En Florencia, frente Santa María Novella o Santa María del Fiore.
¿Dónde hay más?: El mismo Decamerón. Si quieres ver otra serie de cuentos medievales ve a por Chaucer con Cuentos de Canterbury.
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