Nuestra
época, cuyas insuficiencias y taras conocía mejor que nadie,
llegaría a ser considerada por contraste, una de las edades de oro
de la humanidad.
La
historia nos inspira. De hecho, ahora estoy oyendo un disco de death metal sobre la Segunda Guerra Púnica. Todo una gozada. Pero esto no
es un blog de música, eso se lo dejo a Jorge y a Quixote, los
compañeros de Rockrítico. Yo hablo de libros, también de cine y de
videojuegos; pero hoy de libros.
Volvemos
a Roma. El Imperio más grande de la historia. Especialmente en el
reinado de la dinastía Antonina, conocida también por el período
de los Cinco emperadores buenos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino
Pío y Marco Aurelio. Con ellos, el Imperio conoció su mayor
extensión y su momento más próspero. En esta crítica hablaremos
de mi tocayo Adriano, aunque mi preferido es Trajano que conquistó la Dacia, construyó el foro que lleva su nombre y se atrevió a imitar a Alejandro con sus campañas en Oriente.
Por
estas características, la escritora Marguerite Yourcenar se fijó en
él. Le consideraba uno de los hombres más sabios de la historia; y
por ello, siempre quiso escribir una obra sobre él. Pero escribir es
una tarea ardua y, a veces, simplemente no estamos preparados.
Yourcenar tardó bastante en escribirlo, y durante décadas fue
abandonando el proyecto y recuperándolo hasta que salió a la luz en
1951 con el título de Memorias de Adriano.
Ya
el título fue algo polémico, y a la vez sería pionero, ya que
presentó su obra como si fueran unas memorias ficticias del
mismísimo Adriano. En ese momento, las novelas históricas vivían
su época dorada con la publicación de esta obra junto a las
anteriores novelas de Robert Graves. Nadie antes se había tratado a las
obras históricas de ficción como estos dos autores.
Una
de las principales características es que apenas hay acción en esta
obra. No es una sucesión de batallas ni de intrigas políticas.
Yourcenar prescinde de ello para que nos podamos centrar en Adriano y
su faceta más íntima. La escritora francesa nos sumerge en un
Adriano al borde de la muerte y que va rememorando su vida en una
carta al joven Marco Aurelio. No habla como un estadista o un
militar, sino como filósofo. Por supuesto, nos habla de los
problemas políticos que se enfrentó Adriano y de su papel en Dacia
y en la revuelta judía. Pero eso no es lo que más interesa a este
emperador ideado por la francesa.
Este
emperador se permite divagar para hablarnos del arte, la filosofía,
la religión, el amor y del hombre. Aunque la escritora lo niega, hay
momentos en los que que parece que la voz de Adriano es la de la
propia Yourcenar. Las lecciones de Adriano siempre tienen utilidad y
sentido de la oportunidad en el relato. Estas divagaciones no
entorpecen la narración sino que la enriquece y son su principal
atracción.
A
pesar de la poca acción y preocupación de los hechos concretos, la
obra no es aburrida en ningún momento aunque está reservada para
los paladares más selectos. El ritmo no se rompe y es fluido; es
lento pero sin exasperar a no ser que seas demasiado impaciente. Sin
necesidad de adjetivos, Yourcenar te lleva a la Roma Imperial que
gobernó el mundo que conocía y la ambienta con unas pocas
pinceladas, ya que la preocupación principal es Adriano. Incluso
Roma como ciudad aparece muy poco y se centra más en Oriente y su
misticismo con las descripciones de los mitos y los extraños
rituales orientales.
La
trama amorosa con el joven Antínoo está tratada con una belleza
delicada y trágica. Desde que se conocen hasta que encuentra su
cadáver en el río Nilo, Adriano nos cuenta un amor que sabemos que
no va acabar bien y que, a pesar de todos los años que han pasado,
todavía recuerda con dolor ese terrible final al que dedicó toda
una ciudad.
El
Adriano que nos describe Yourcenar tiene poco que ver con el de la
realidad. Pero literariamente es un personaje magnífico. No solo nos
encontramos con la filosofía y reflexiones de uno de los mejores
personajes que ha dado la novela histórica, sino con la bella prosa
de una de las mejores plumas del siglo XX. Elegante, precisa y
calmada como el mar de una playa sin olas.
Poco
más que decir de una de las novelas históricas más importantes de
la historia y que tanto ha influido en el boom de este género que
todavía hoy seguimos viviendo, con mayor o menor éxito de ventas.
Simplemente os dejo con una de las frases más bellas que he leído
para acabar con una novela para seguir escuchando Death Metal.
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¿Tengo
que leer esto?: Para los que busquen una novela histórica con un
estilo literario más marcado
Si
tuviera que quedarme con un momento, ¿cuál sería?: La
relación con Antínoo.
¿Dónde
debería leerlo?: Frente a una antiguas ruinas romanas.
Me
ha gustado, ¿dónde hay más?:
Yo Claudio
de Robert Graves.
Última
posdata
Tratemos
de entrar en la muerte con los ojos abiertos
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