“-Dime una cosa, Bronn… Si te
ordenara matar a un bebé… a una niña de pecho… ¿Lo harías? ¿Sin preguntas? /
¿Sin preguntas? No. Preguntaría cuánto.”
Siempre digo que la parte
más difícil de una saga es el segundo volumen. Sobre todo si la primera parte
ha tenido éxito y ha aglutinado un ejército de fans a su alrededor. Su pasión
puede ser proporcional a su decepción y al número de críticas airadas. Las comparaciones
pueden ser odiosas.
En Poniente, el trono
sigue estando en disputa entre las familias de los siete reinos. Varios
pretendientes se reconocen como reyes. Los cuernos de guerra suenan también en
el norte, con la Guardia
de la Noche
explorando el territorio fuera del muro.
Si algo funciona no hay
que tocarlo. Es una regla de oro. Y George R.R Martin la cumple a rajatabla. Vuelven
a aparecer esas frases tan contundentes como el golpe de un hacha, acompañadas
por violencia desaforada en forma de cargas a caballo, asesinatos en la
oscuridad y batallas en el mar; sin olvidar al sexo simple y sin tapujos del
que también hace gala en la saga. Y continua impartiendo lecciones sobre el
poder, y como de fácil es caer, aún cuando estas en la cima.
En este libro Tyrion
Lannister lleva la batuta de la historia, imponiéndose como uno de los
personajes más carismáticos de la saga. El gnomo, que ahora ocupa el cargo de Mano
del Rey demuestra habilidad y sangre fría para sobrevivir en la corte, al
pueblo y una flota donde viaja una terrible sacerdotisa.
Arya Stark sigue un camino
personal en un intento de llegar a casa, viéndose obligada a tratar con
asesinos. El personaje Jaqen H'ghar es
realmente fascinante por el misterio que le rodea. Un personaje que me ha
sorprendido bastante es Sansa Stark, la niña mimada y consentida ve como su
mundo de caballeros y princesas se derrumba, siendo ella la prisionera en esta
bella jaula. Pajarillo, ese el nombre que le da Sandor Clegane, “el Perro”, un
hombre que desprecia a los caballeros. Se divierte ayudando a quemar los restos
del mundo de Sansa, a la que dirige estas palabras:
“Si no puedes protegerte a ti misma, muérete y
aparta del camino de los que sí pueden. Este mundo lo rige el acero afilado y
los brazos fuertes, no creas a quien te diga lo contrario.”
Jon ve por primera vez los
peligros de la guerra para la que se ha entrenado. Mientras Bran quiere ver que hay detrás de los sueños que le
persiguen por la noche.
Aunque es una muy buena
novela, y una digna sucesora, no deja de ser una obra de transición dentro de
la saga. Los giros argumentales no son suficientes y gran parte se reservan
para el final. No tiene el sabor de la primera parte. Están los ingredientes,
pero no han sido debidamente sazonados. A esto no ayuda un ritmo lentísimo y
pesado, que solo acelera en la gran batalla de Aguasnegras. Hay demasiada
recreación, demasiadas frases y pocas acciones de verdad. Eso si las palabras pueden ser, especialmente
en la boca de Tyrion, muy bizarras:
- Mis consejeros de mayor confianza son un eunuco y un mercenario, y mi
dama es una puta. ¿Qué soy yo?
El final me gusta. El
libro va de menos a más. Pero tienes la sensación que no se ha avanzado
demasiado en la trama. Eso si. Todo está preparado para que se desencadene la
tormenta de espadas. Todos los personajes, que parecían perdidos, se ubican en
su posición de batalla.
Lo mejor:
Todos y cada uno de los ingredientes de Canción de Hielo y Fuego. Los Personajes,
especialmente Tyrion.
Lo peor:
Es muy lento. A veces el autor se recrea demasiado.
Nota:
7’3 Baja bastante. Hay que leer al prometedor Tormenta de espadas.
Tal vez sea más lento, pero yo creo que es porque tiene más juego dentro de la corte, con un espectacular Tyrion. EL siguiente, Tormenta de Espadas, tiene poco juego de corte y por eso parece ser más dinámico.
ResponderEliminarEvidentemente, no es el primero (ya se sabe que segundas partes nunca fueron mejores), pero a mí me dejó con bastante buen sabor de boca.
La crítica brutal, ya lo sabes.
Furey.