domingo, 23 de febrero de 2014

Kurt Vonnegut – Matadero cinco [La cruzada de los niños] (1969)



 “–Tenía que hacerse –le dijo Rumfoord a Billy refiriéndose a la destrucción de Dresde.
–Lo sé –dijo Billy.
–Es la guerra.
–Lo sé. No me quejo.
–Aquello debió de ser el infierno en la tierra.
–Lo fue.
–Compadezco a los hombres que tuvieron que hacerlo.
–Yo también.”.

Llevaba tiempo, demasiado tiempo, postergando la lectura de esta novela que un buen amigo me recomendó (junto con el Trampa 22 de Heller, que aún sigo buscando). Sin embargo, un día me topé con ella en la biblioteca y me dije “bueno, démosle la oportunidad”.

La lectura, claro, era obligada. Vonnegut se convirtió en todo un icono de la literatura norteamericana cuando publicó, a finales de los años 60, una novela a caballo entre la ciencia ficción y la comedia negra, basada en el histórico bombardeo de Dresde que presenció siendo prisionero en la Segunda Guerra Mundial. ¿La clave del éxito? Una originalidad que aún hoy dudo que alguien haya intentado imitar con acierto, y un trasfondo duro y esperanzador en una novela tan cruda como la misma guerra.

jueves, 20 de febrero de 2014

Dan Brown - Inferno (2013)








Tengo que superarme. No puedo dejar de ser un superventas. Tengo que renovarme… Ya lo tengo. Es perfecto. Dante y Malthus, juntos en una novela. No puede salir mal. Dan Brown escribiendo una parodia de sus obras anteriores.


La verdad quería volver del destierro con una crítica de un gran libro, o por lo menos de algo digno de llamarse literatura. Tenía que ser grande, lo mejor de lo mejor. Y me vino a la mente. El rey Midas de la literatura contemporánea. Un hombre capaz de convertir la mediocridad en oro. Dan Brown y su personaje fetiche, Robert Langdon, un profesor de Harvard sabiondo que desvela todo con una media sonrisa mientras mira la hora en un reloj de Mickey Mouse y con una gran facilidad de codearse con jovencitas sexys. "Atractico erudito" como define a su alter ego Dan Brown. Que humildad, rediós.

Tras ser el superventas de los superventas con Ángeles y Demonios y el Código Da Vinci, Dan Brown recibió un golpe en los morros con El símbolo perdido, tan insustancial  como sus predecesoras pero sin el suspense y la facilidad de lectura propia de él. El rey Midas decidió volver a lo de siempre, dejarse de intentar explicar a los masones y volver a fingir que sabe de arte y a las oraciones simples de sujeto, verbo y predicado.

viernes, 14 de febrero de 2014

Kenneth Cook – El koala asesino (1986)



 “La mayor fuente de problemas de mi vida es que no paro de encontrarme con gente amigable en los bares. No solo estimulan mi tendencia natural al alcoholismo, sino que me meten en toda clase de líos en los que preferiría no meterme. La gente amigable me ha acosado en los bares desde que empecé a frecuentarlos, es decir, hace muchísimo tiempo”.

Hasta hace dos días (literalmente: hasta el miércoles por la mañana) no había oído hablar de Kenneth Cook en mi vida. Pero en una pausa que hice en la lectura de Matadero cinco de Vonnegut, me puse a vagabundear por la biblioteca de la universidad en busca de mi próxima presa. Literaria, no penséis mal. Algo de sci-fi ligera (salí de allí con La chica mecánica de Bacigalupi, que fue una grata sorpresa encontrar, la verdad), o fantástico, o una nivola apetecible... Y de pronto vi esto.

Me asaltó a los ojos el título, claro. El koala asesino. “¡¿Qué demonios?!”, pensé (imagino que como todos). Luego leí que se trataba de una colección de “relatos humorísticos de la Australia profunda”. Sonaba cada vez mejor. Y finalmente descubrí que el señor Cook no solo es periodista y escritor como yo, sino que también fue guionista y presentador de televisión, que como lepidóptero aficionado creo la primera granja de mariposas australiana y que cofundó un partido político que se opuso a la guerra de Vietnam. Lo peculiar de este caballero me convenció de que merecía la pena darle una oportunidad.

martes, 11 de febrero de 2014

Arthur C. Clarke – El martillo de Dios (1993)



 “Pero no se encontraron jamás, pues aquella realidad estaba a treinta años y quinientos millones de kilómetros de distancia.”

Buceando el otro día en la biblioteca entre cómics de Gaiman, quise darle a mi cuerpo una dosis de ciencia ficción de la clásica, que hace tiempo necesitaba. Y como, por algún extraño motivo, jamás encuentro en las bibliotecas por las que paso ni a Simak, ni a Dick, ni a Stapledon (al menos, no las obras que busco), cuando vi por ahí El martillo de Dios ni me lo pensé dos veces.

Bueno, miento, porque sí lo hice. Siempre he dicho que Arthur C. Clarke es uno de mis autores favoritos de la historia, pero últimamente necesitaba una sci-fi más ligera que la hard fiction a la que acostumbra el británico. El martillo de Dios parecía ser algo menos denso y científico que sus obras clásicas (cosa que luego demostró no ser del todo cierto), así que decidí darle una oportunidad; total, nunca antes me había defraudado.

martes, 4 de febrero de 2014

Neil Gaiman, Andy Kubert y Richard Isanove – 1602 (2003)



 “Si un diablo es alguien osado, mientras otros dudan, me alegrará ser el diablo de esta obra, chico. ¿Y quién serás tú?”

He de reconocer que, desde el primer instante en que lo cogí, este cómic se enfrentaba a un duro reto: devolverme la fe en la infalibilidad de Gaiman. Tras esa maravilla que es The Sandman leí un relato de Neil que me pareció bastante mediocre (tirando a malo), y aunque obviamente un relato no es suficiente para tirar por tierra mi amor por el escritor... bueno, obviamente influye. Es como ver La guerra de los mundos justo después de haber visto Salvar al soldado Ryan... ¿A qué fan de Spielberg no le resultaría decepcionante?

Como fuera, para quitarme el mal sabor de boca que me dejó El caso de los 24 mirlos, me topé ese mismo día en la biblioteca con 1602, un cómic que nace después de años de alejamiento y discusión entre Gaiman y la factoría Marvel (a raíz de diferencias de opinión con La Casa de las Ideas respecto del personaje “Marvelman”, una bronca en la que también estuvo de por medio Alan Moore), cuando Joe Quesada consigue, a principios de siglo, convencer al autor británico de que guionice una serie completamente nueva para ellos.

sábado, 1 de febrero de 2014

Neil Gaiman – The Sandman (1987 – 1996)



 “Hasta la libertad del Sueño puede ser una jaula, hermana.”

Esta es, probablemente, la crítica más complicada a la que me he enfrentado en toda mi “carrera” como crítico. Que si bien no ha durado mucho en el tiempo (algo menos de cuatro años y medio), ha dejado a mi espalda más de 200 reseñas. Con lo que os haréis una idea de lo complicada que me resulta esta... y de lo mucho que deseo que nuestros amigos de Superman lee a Poe hagan pronto justicia a una obra a la que yo dudo que pueda hacerla.

Y es que no resulta sencillo hablar de The Sandman, y dar una visión general de lo que supone este cómic sin incurrir en multitud de spoilers y sin chafar las sorpresas de la saga. Porque esa es, desde el primer instante, una de las bazas que mejor juega Gaiman: la de la intriga. La obra es de un calado enorme, que se fue extendiendo durante 75 números a lo largo de casi 10 años, lo que permitió que alcanzara una gran complejidad muy difícil de abarcar.