“¿Por
qué esa irrazonable ira cuando ves a otros contentos, felices y
satisfechos?”
Les
presento a una de las mejores obras literarias del periodismo, al
nivel de maestros como Ernest Hemingway o Hunter S. Thompson. Esta obra de
Truman Capote marca un antes y un después en este innoble arte que
es el periodismo. Nadie llegó tan lejos en este genero, ni siquiera
Thompson, que se bebió el agua de los floreros y se tragó cada
pastilla conocida para acabar con la fantasía en la que se había
convertido el sueño americano. No solo fueron seis largos años en
el asfixiante calor de Kansas ni las incontables notas y entrevistas
sobre el asesinato de cuatro inocentes sino entrar en la mente del
asesino hasta el punto de comprender todas las acciones de su vida.
Eso fue lo que le otorgó la fama que ansiaba y a la vez la
destrucción. No volvió a publicar otra novela en su vida, ya que la
creatividad literaria y la gloria requieren sacrificios que provienen
del fondo del alma.
Y pensar
que en principio era un simple reportaje sobre el crimen de una
familia de granjeros que le había llamado la atención en el
periódico, pero el olfato de este viejo sabueso olió que entre la
sangre y los cadáveres se escondía esa escalera al cielo que había
buscado durante tanto tiempo. Nunca había podido desayunar con
diamantes, a pesar de una trayectoria exitosa, pero A Sangre Fría conllevó la admiración de la
crítica y el público, además de la envidia de sus colegas y
rivales, entre ellos Norman Mailer que izó la bandera blanca en su
crítica a la novela: «Es
el escritor más perfecto de nuestra generación. No cambiaría ni
una línea de sus libros».
Era lo que buscaba, olvídense de
buenos ideales periodísticos sobre que la sociedad supiese la
verdad. Solo quería lo que quieren los genios como él. Fama, tener
a los lectores de rodillas ante su obra y de sumergirnos, como nunca
antes y después lo han hecho, en el crimen.