viernes, 31 de agosto de 2012

Francis Scott Fitzgerald - El gran Gatsby (1925)




Y así seguimos a contra corriente, barcas contra corriente, empujados sin cesar en el pasado.


Pocos movimientos literarios han sido tan influyentes en nuestra literatura actual en la historia de la literatura como la Generación perdida. Fue un grupo de escritores estadounidenses de una calidad excepcional como Hemingway, Steinbeck, Faulkner, Dos Passos o Fitzgerald. Era un grupo que percibió el estancamiento cultural estadounidense, y refugiados en el brillo cultural de París en los años veinte, rompieron con el realismo y experimentando con diferentes formas narrativas, reflejaron la decadencia de la sociedad estadounidense.



Francis Scott Fitzgerald es considerado el autor de los años veinte del jazz. Mostró la cara del poder económico y la búsqueda de ideales puros, sin embargo, muestra la cruz, con el fracaso en la búsqueda de dichos ideales, su vacío y la insatisfacción. El brillo engaña, todo está corrompido. El autor se muestra a si mismo, ya que fue presa de la enfermedad de la fama al ser un autor de gran éxito gracias  A este lado del paraíso. Tuvo dinero, una mujer bellísima, todo tipo de lujos, rivalizó con Hemingway y se codeó con las más altas capas de la aristocracia norteamericana. Fue el perfecto paradigma del triunfo americano, pero también de su caída. Tras despilfarrar su dinero, las muestras de la locura de su mujer y su adición al alcohol, comenzó una terrible cuesta abajo personal, que le llevo a un intento desesperado por establecerse como guionista en Hollywood. En ella escribió El gran Gatsby, Suave es la noche o su obra póstuma El último magnate.


En todos ellos refleja el vacío de su vida, “novelar la nada” como dice Arturo Pérez Reverte en su gran articulo sobre él, Día internacional de Scott Fitzgerald. Toda la diversión, toda la fiesta, toda la música es ceniza que arde. Las llamas son bellas, pero breves, quedando solo podredumbre.


La obra muestra la relación entre Gatsby, un joven rico que ha conseguido una gran fortuna, con Daisy, una dama casada de la que está enamorado desde su juventud. Él intenta acercarse pero al final todo se deshace cuando se pone a prueba.


Los personajes son la clase aristocrática, amantes del dinero y los lujos. Fiestas y excesos y una total ausencia de valores morales. Los personajes como Jordan Barker, conducen mal en su vida sin ninguna preocupación, que los demás tengan cuidado dicen. La hipocresía es otra de las características de los personajes de Fitzgerald, al igual que el individualismo y la frivolidad.


El autor utiliza la figura del narrador testigo, siendo Nick Carraway los ojos del lector. Nick es honesto y como dicen en la primera frase del libro, no se molesta en emitir juicios. Sin embargo, en ocasiones encarna esa molesta conciencia que tenía Fitzgerald. Siempre es usado por los personajes y se ve impotente ante los acontecimientos, sin poder hacer nada para cambiar el destino, aunque es capaz de describirnos de manera sistemática las vidas de Gatsby, de su prima Daisy, de su marido Tom, de su amante Myrtle y de la señorita Jordan Barker.


Su estilo es similar a un guionista de Hollywood, siendo toda una sucesión de escenas y diálogo, en un estilo narrativo similar al que uso Joseph Conrad, que resulto ser una novedad Levemente pero sin perder precisión en la descripción, pronto vas entendiendo a todos los personajes, sin poder disimular tu desprecio hacia ellos, salvo alguna que otra excepción.


El final trágico te hace remover tu bilis. Es algo típico de la Generación perdida, te transmiten su visión de una realidad vacía y sin sentido, del que no puedes sentir indiferencia. Solo te queda una impresión de amargura y ganas de cortarte las venas.


Lo mejor: Una descripción que aúna precisión y levedad. Gran talento narrativo.

Lo peor: Quizá tardé un poco de arrancar.

Valoración: Matrícula de honor. Imprescindible. Poca gente con este talento narrativo es capaz de mostrar las causas de su destrucción. Las últimas páginas son incitaciones al suicidio.

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