viernes, 5 de septiembre de 2014

Arthur C. Clarke – La ciudad y las estrellas (1956)



 “Ahora, en cambio, la Tierra me parece demasiado pequeña y sin importancia. Cada descubrimiento me ha planteado incógnitas aún mayores, y me ha abierto horizontes más amplios. Me pregunto dónde terminará esto.”

A menudo he afirmado que Clarke me parece el maestro indiscutible del género de la ciencia ficción, algo más (aunque, seamos sinceros, tampoco mucho) que Asimov, y el que mejor define y expone lo que supone esta literatura. Es un autor capaz de desarollar una prosa asequible y cercana al lector, que trate temas filosóficos y científicos de una profundidad encomiable, y que además sea capaz de mostrar y explicar de forma coherente los posibles avances futuros de la humanidad.

A veces, sin embargo, no consigue todo eso, y entonces estamos ante obras suyas que, sin ser malas, sí podemos tildar de flojas. Es lo que muchos dicen de, por ejemplo, Cánticos de la lejana tierra (que casualmente es mi favorita suya); y es algo que muy pocos dicen de La ciudad y las estrellas, en general considerada uno de sus clásicos… pero que yo digo, sin dudarlo demasiado.

La novela es una de sus primeras obras, pues antes de ella solo había publicado otras siete. Era un joven inocente, y tal. Y como joven inocente, planteó una de las obras más interesantes que haya visto en toda su bibliografía: una ciudad virtualmente eterna, Diaspar, vive aislada del mundo exterior después de que millones de años atrás la Humanidad fuera derrotada y su imperio galáctico destruido por culpa de los Invasores. Ese sistema sobrevive gracias a unos bancos de memoria que almacenan todo lo necesario, incluyendo la conciencia de las personas, que cada varios miles de años se reencarnan recuperando las memorias de sus vidas anteriores. De pronto, por primera vez en mucho tiempo, nace un individuo en su primera vida, sin reencarnaciones previas, y se propone descubrir qué hay más allá de los límites de la ciudad.

Planteada esa trama, los temas que se tocan son obvios, y muy propios de Clarke: por una parte, esa fricción entre el inmovilismo conservador y la audacia de quien busca investigar y progresar. Y ese aspecto lleva a otros temas muy recurrentes en el autor: la conquista del espacio, el estudio sociológico…

La novela tiene un desarrollo de la historia genial, con ciertos momentos un tanto predecibles, pero la mayoría, por lo general, cargados de sorpresas. Quizás se le pueda acusar de que peca de optimismo, y eso es uno de los mayores problemas de la obra: no hay conflicto real, los personajes son, en general, buenos, y llegan siempre a acuerdos, no hay trabas importantes a la labor del protagonista (este las supera sin despeinarse… porque además es un tipo sencillamente superior, por lo que se nos da a entender. Muy superior).

Esa falta de conflicto hace que el resultado final, aunque era prometedor, termine siendo demasiado light, y deje una enorme sensación de vacío, que la presumible moraleja no llena en absoluto.

El estilo, por otra parte, me resulta cuando menos curioso. A pesar de ser una edición y traducción españolas, cada dos por tres me encontraba expresiones de corte latinoamericano que desentonaban mucho con el resto del discurso. Al margen de eso, el estilo tampoco resulta tan pulido como en otras obras que presentaría Clarke más tardes, aunque tiene un encanto muy especial para las descripciones, especialmente en Diaspar.

Malo no es, y de hecho tiene muy buenas ideas y está bien escrito, pero el resultado final da la sensación de que no ha aportado nada en absoluto… algo imperdonable para una obra de este calado.

Allez-y, mes ami!

Buenas noches, y buena suerte.

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LO MEJOR: el futuro que plantea resulta sumamente interesante, así como algunos de los personajes (los menos) o los lugares que aparecen.

LO PEOR: todo le resulta demasiado fácil al protagonista, no hay sensación real de conflicto o dificultades, y por ello el mensaje queda totalmente cojo.

VALORACIÓN: 6,5/10. Se deja leer, pero no convence, ni está a la altura de las grandes obras del escritor. En mi opinión, claro, y desde el enorme cariño que le tengo a C. Clarke.

2 comentarios:

  1. Hombre, es que el señor K. Dick es un pedazo escritor. Para mí está al nivel de C. Clarke.

    Y bueno Asimov... si el libro es malo, lo escribió el negro de turno

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  2. Personalmente, y aunque me gusta más C. Clarke, creo que ambos están al mismo nivel, en cuanto a calidad. Pero son casos diferentes. Dick escribe muy a menudo una literatura distópica heredera directa de Orwell y Huxley (aunque me gusta más que ambos), y a la hora de innovación, realmente no ha aportado demasiado, a pesar de sus grandísimas obras. C. Clarke define de forma muchísimo más clara lo que es la ciencia ficción, y concretamente la hard fiction clásica, en la que sí que ha supuesto una influencia mucho mayor. Asimov me parece que hace lo mismo, pero sin llegar al nivel de calidad de Clarke.

    Así que sí, creo que Dick y Clarke están al mismo nivel, a pesar de que me guste más uno que otro. Pero creo que no pertenecen realmente al mismo género. Y si tenemos que hablar del verdadero maestro de lo que mejor define a la ciencia ficción, me quedo con Clarke ;)

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